Preparadle el camino al Señor.

No sabemos ni cuándo ni cómo fue. Un día, un sacerdote rural llamado Juan abandonó sus obligaciones del templo, se alejó de Jerusalén y se adentró en el desierto del Jordán buscando silencio y soledad para escuchar a Dios.

No llegaban hasta allí las intrigas de Pilato ni las maquinaciones de Antipas. No se oía el ruido del templo ni los negocios de los terratenientes de Galilea. Según Isaías, el «desierto» era el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Según el profeta Oseas, es en el «desierto» donde Dios «habla al corazón». ¿Es posible escuchar hoy a este Dios del «desierto»?

En el «desierto» sólo se vive de lo esencial. No hay lugar para lo superfluo: se escucha la verdad de Dios mejor que en los centros comerciales. Tampoco hay sitio para la complacencia y el autoengaño: el «desierto» acerca casi siempre a Dios más que el templo.

Cuando la voz de Dios viene del «desierto», no nos llega distorsionada por los intereses económicos, políticos y religiosos que, casi siempre, lo enredan todo. Es una voz limpia y clara, que habla a todos de lo esencial, no de nuestras disputas, intrigas y estrategias.

Casi siempre lo esencial consiste en pocas cosas, sólo las necesarias. Así es el mensaje de Juan: «Poneos ante Dios y reconoced cada uno vuestro pecado. Sospechad de vuestra inocencia. Id a la raíz». Cada uno somos, de alguna manera, cómplices de las injusticias y egoísmos que hay entre nosotros. Cada creyente, tenemos algo que ver con la infidelidad de la Iglesia al Evangelio.

En el «desierto» lo decisivo es cuidar la vida. Así proclama el Bautista: «Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra malicia y comenzad a reconstruir la vida de manera diferente, tal como la quiere Él». Es nuestra primera responsabilidad. Si yo no cambio, ¿qué estoy aportando a la transformación de la sociedad? Si yo no me convierto al Evangelio, ¿cómo estoy contribuyendo a la conversión de la Iglesia actual?

En medio de la agitación, el ruido, la información y difusión constante de mensajes, ¿quién escuchará la «voz del desierto»?, ¿quién nos hablará de lo esencial?, ¿quién abrirá camino a Dios en este mundo?

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