Corpus Christi

Como de costumbre, desde el siglo XV, el día 29 de mayo, estamos convocados a participar en los actos de la solemnidad del Corpus en A Coruña. A las 11, 30 Misa concelebrada  en la Iglesia de San Jorge, y presidida por el Sr. Arzobispo, a continuación procesisón por la calles de la Ciudad hasta la Colegiata. Todos estamos invitados a sumarnos a los actos de esta Solemnidad y manifestar nuestra devoción a la Eucaristía.

DOS CLASES DE PROCESIONES

Cada día, de Oriente a Occidente, desde donde sale el sol hasta el ocaso, la Iglesia celebra el banquete sacrificial del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, cuya institución conmemoramos en la tarde del Jueves Santo. Todos los días son por lo tanto celebración del “Corpus”. Sin embargo, concluídas las fiestas pascuales, somos invitados nuevamente a una celebración solemne y particular de este Santísimo Sacramento, que sintetiza la vida toda del Señor y nos comunica los frutos de la redención.

El misterio de la eucaristía tiene muchas evocaciones: es memorial de la Pasión, es banquete de unidad, es anticipo de la vida divina que compartiremos con Cristo en el cielo. Por eso es necesario no quedarse en la periferia del misterio, sino descubrir una vez más lo que creemos y celebramos: el Cuerpo que se entrega, la Sangre que se derrama. La entrega es esencia profunda y última del Corpus, que debemos renovar constantemente. El cristiano debe ser pan que se multiplica, pan que se hace accesible a cualquier fortuna, pan de vida, pan de unión, pan que sacia el hambre. A ejemplo de Cristo, que ha derramado su sangre, el cristiano debe convertirse también en vino bueno, de la mejor cosecha, que va pasando de mano en mano y de copa en copa, para que todos beban salvación y no muerte.

Hay dos clases de procesiones. Una muy sencilla, pero difícil, en la que día a día y momento a momento, al salir de la eucaristía, debemos mostrar la verdad de fe y las exigencias de amor de lo que hemos recibido y hemos comulgado. Así cumpliremos el mandato del Señor de “haced esto en conmemoración mía”. Después de cada celebración eucarística, en la calle y en casa, en el trabajo y en el descanso, el cristiano es custodia y ostensorio de la fe nueva que necesita nuestro mundo.

Y está la procesión solemne, grandiosa, emotiva y testimonial del Corpus. No se saca al Santísimo por nuestras calles como afirmación de fe ante la herejía; nunca el sentido polémico motiva nuestra procesión. Con temblor interior y emoción profunda llevamos la eucaristía como síntesis total de la vida de Cristo, de su salvación universal, y a la vez como testimonio de la verdad y del amor que creemos e intentamos llevar a la práctica.

Y en los ambientes, sobre todo urbanos, en que el sentido de la procesión sufre algún interrogante, es necesario realizarla como auténtica expresión visible de fe y homenaje fiel de la comunidad a Cristo Señor, suprimiendo todo lo que suene a compromiso o espectáculo semejante a los desfiles profanos.